Comida callejera libanesa en el corazón de La Latina, en Madrid. Es lo que propone Rasif, cuya propuesta de recetas tradicionales está pensada para picar algo al paso o compartir una mesa informal con un punto de originalidad, en una de las zonas de la capital en las que reina el tapeo.
Con esta idea se ha elaborado su menú, en el que no hay florituras pero sí platos típicos sencillos y efectivos, la gran mayoría (salvo ensaladas, todos) para comer con las manos, como el kebab y el shawarma, los variados sándwiches, los distintos ‘mezzes’ (entrantes) y las empanadillas de carne o queso (‘sambousik’).
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Rasif significa ‘acera’ en árabe, y es en ese ámbito público y social donde se enmarca tanto su espíritu como su cocina, diseñada por el chef Sharbel Akiki, muy conocido en Líbano, donde tiene varios restaurantes (entre ellos, Kharouf Beirut, especializado en cordero asado y en brocheta) y varios reconocimientos. El cocinero fue contratado especialmente por la joven pareja dueña del nuevo restaurante -abrió en septiembre pasado, en un local estrecho ubicado junto al Mercado de la Cebada-. Ella española, él libanés, dejaron Beirut por trabajo y, una vez aquí, decidieron plasmar la comida que tanto echaban de menos aún en medio del actual auge de la oferta gastronómica madrileña.
Rasif
- Qué pedir: hummus, muhammara, falafel, empanadillas, bocadillos.
- Perfecto para: una comida rápida.
- Precio de la caña: 3,5 euros (4 una libanesa, Almaza Premium Láger
- Precio de un bocadillo: 9 euros.
- Dirección: C/del Humilladero, 6. Abre todos los días, de 13 a 23 horas, rasifmadrid.com
En Rasif sobresalen su hummus (4,5 euros), la muhammara (crema de pimientos asados, 5,50), el sambousik de carne o de queso (empanadillas tradicionales de Oriente, 2), el falafel (8) y las setas (9) y, como estrellas de la breve carta, sus bocadillos (8,5 ó 9). Se sirven en pan libanés o en una baguette tostada, y los hay de pollo marinado, ternera o salchichas, o también de berenjenas y de falafel. Los propietarios se traen las especias de su país, para asegurarse que lo servido responde al sabor y a los olores grabados en la memoria.
También destacan sus postres, un apartado al que se presta especial atención en Líbano. Pero no son los habituales aquí, con lo cual es una invitación también a probar algo nuevo, como el sfouf (pastel de cúrcuma, 4, un bizcocho sin adornos, perfecto para acompañar un café) o el knefe (una peculiar versión del pastel de queso aunque con pistachos y miel, 6).
Por: Noticonexion/abc