SANTO DOMINGO. El diagnóstico de que se tiene un hijo o una hija con un mal terminal es devastador. Si bien afecta a los padres conocer la noticia, saber que en algún momento, si la edad lo permite, deben comunicárselo al infante, es aún más triste.
“Desde mi punto de vista, una de las pruebas y tragos más amargos en la ardua tarea de ser padres es tener un hijo o una hija con una enfermedad terminal. El momento de la noticia es doloroso para ambos, sobre todo si son adolescentes con uso de razón”, considera la sicóloga Carmen Virginia Rodríguez, del centro Psicológicamente.
Explica que, aunque se trata de una situación difícil, y que no hay una preparación que la haga menos dura, la actitud que se asuma al enfrentarla puede hacer una gran diferencia para ayudar a llevar el proceso y la situación de una manera menos negativa.
La especialista dice que por ser los padres de por sí, protectores, tienden a ocultar lo que en realidad está sucediendo, o no son lo suficientemente honestos con relación a lo que está sucediendo o va a suceder, cuando se diagnostica en un hijo una enfermedad terminal.
“Y esto debe ser. Es importante que se sepa que, tanto niños como adolescentes, pueden saber de manera intuitiva que algo les está sucediendo y, al ver o sentir la tensión y/o tristeza a su alrededor, puede que se cohiban de preguntar y hasta de discutir con los padres sobre el tema por temor a herirlos aun más, ya que ven que por alguna razón están sufriendo”, comenta Rodríguez.
Explica que, como padres se debe tener claro que cuando sucede un evento de esta naturaleza, triste, no esperado, el ambiente cambia, y por más que se quiera ocultar, está ahí, y se hará de alguna manera visible en algún momento.
“Es ahí cuando aconsejo a los adultos que en sus conversaciones eviten manifestar la magnitud de su estado de ánimo, pues en determinados momentos, el paciente puede sentirse hasta culpable de esa tristeza, lo cual se traduciría en otro sufrimiento para ellos”, expresa.
Considera que ocultar o negarle a un adolescente lo que le está sucediendo, aunque la intención es buena, al final, puede resultar en un acto de egoísmo, ya que con esa protección bien intencionada, pero fallida en su consecución, se le niega la oportunidad de poder expresar sentimientos soterrados, de miedo, ira o frustración. Sobre todo, si la enfermedad tendrá un desenlace final en la muerte.
Importancia de la edad
Carmen Virginia Rodríguez sostiene que se debe analizar la edad del infante o el joven en cuestión para explicarle lo que está sucediendo y lo que acontecerá en lo adelante. Los años son importantes para las explicaciones.
Por otro lado, se debe dar el permiso de expresar todo lo que sienta el joven, ya que a partir de ello, se debe trabajar para lograr canalizar esos sentimientos de rabia, miedo, ira, frustración, etcétera. “Hay que llevar al joven a enfatizar en lo positivo que tiene en su vida, en el día a día, sobre todo si la muerte es inminente”, comenta.
Sobre los padres, la sicóloga dice que deben prepararse para poder ofrecer el apoyo necesario a los hijos que estén en esta situación, ya que de lo contrario, no se puede dar lo que no se tiene. “Por esto, es importante buscar ayuda para ello para así poder brindar una buena calidad de vida”, insiste Rodríguez.
La honestidad es la mejor manera de afrontar esto. Tomando en cuenta la personalidad, la enfermedad que es, y la capacidad de poder brindar el sostén. Con la verdad, aunque sea dura, se puede enfrentar mejor el decirle a un ser querido, en este caso a un hijo adolescente que tiene una enfermedad determinada.
Por: Yohanna Hilario