La poeta uruguaya Ida Vitale, ganadora hoy del Premio Cervantes 2018, nació en Motevideo el 2 de noviembre de 1923 y ha dedicado sus 95 años de vida a luchar por que la poesía sea “para todos” y no se esconda en la especialización.
Crítica, ensayista y traductora, pertenece a la generación dorada de la gran literatura uruguaya de los años 40, posee el Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana (2015) y hace apenas dos meses fue reconocida con el Premio Feria Internacional del Libro de Guadalajara (FIL) de Literatura en Lenguas Romances 2018 por haber “enriquecido la lengua española”.
Considerada miembro de la llamada “Generación del 45”, junto con Mario Benedetti, Juan Carlos Onetti, Carlos Maggieo Idea Vilariño. Estudió Humanidades y tuvo como profesor a José Bergamín.
Fue profesora de Literatura hasta 1973, labor que compaginó con la dirección de la página literaria del diario “Época” o la codirección de las revistas “Clinamen” o “Maldoror”.
En 1974 la dictadura uruguaya la obligó a exiliarse en México durante una década (1974-1984).
En México formó parte del consejo asesor de la revista “Vuelta”, impulsada por Octavio Paz, y fue una de las cofundadoras del semanario “Uno-Más-Uno”, en 1982.
En 1984 regresó a Uruguay, donde dirigió la página cultural del semanario “Jaque”, y en 1989 se trasladó a Austin (EE.UU.), donde fijó su residencia junto a su segundo marido, el también poeta Enrique Fierro, que falleció en 2016.
“Cuando murió Enrique apunté muchas cosas y supongo que, si sale otro libro de poesía, será de un tono muy diferente al que estaba acostumbrada hasta ahora”, señaló la escritora en una entrevista con Efe el año pasado, en la que también señaló que algún día volverá a México porque es allí donde viven sus hijos, Amparo y Claudio, nacidos de su primer matrimonio con el crítico literario Ángel Rama.
La antología “Fieles” (1976-1982) antecedió a “Elegías en otoño” (1982), “Entresaca” (1984), “Parvo reino” (1984), “Sueños de la constancia” (1988), “Serie del sinsonte” (1992), “Procura de lo imposible” (1998), “Reducción del infinito” (2002), “Plantas y animales” (2003), o “El Abc de Byobu” (2005).
En septiembre de 2010 publicó el poemario “Mella y criba” (poemario), en 2016 aparecieron “Sobrevida” y “Mínimas de aguanieve” y el año pasado su “Poesía reunida 1949-2015”.
Entre sus ensayos, destacan “Arte simple” (1937), “El ejemplo de Antonio Machado” (1940), “Cervantes en nuestro tiempo” (1947), “La poesía de Basso Maglio” (1959), “M. Bandeira, C. Meirles y C. Drummond de Andrade: Tres edades en la poesía brasileña actual” (1963), “La poesía de Jorge de Lima” (1963), “La poesía de Cecilia Meireles” (1965).
A su edad participa habitualmente en destacados jurados literarios. En noviembre de 2014, visitó Madrid como miembro del jurado del Premio Loewe de Poesía Internacional.
En su última visita a Madrid, en junio de 2017, para presentar “Poesía reunida”, afirmó que “es muy importante que en una cultura haya una figura de referencia, no para acatarla; pero sí para tenerla como referencia con posibilidad de acuerdo o de discusión a buen nivel, y eso es lo que hizo Octavio Paz”.
Otros de los premios que acumula en su trayectoria son el Octavio Paz de Poesía, que compartió en 2009 con Ramón Xirau, poeta y filósofo mexicano de origen catalán.
Además, Vitale está en posesión del Premio Alfonso Reyes (2014) y del Premio Internacional de Poesía Ciudad de Granada Federico García Lorca (2016).
A continuación algunos de sus poemas
Agosto, Santa Rosa
Una lluvia de un día puede no acabar nunca,
puede en gotas,
en hojas de amarilla tristeza
irnos cambiando el cielo todo, el aire,
en torva inundación la luz,
triste, en silencio y negra,
como un mirlo mojado.
Deshecha piel, deshecho cuerpo de agua
destrozándose en torre y pararrayos,
me sobreviene, se me viene sobre
mi altura tantas veces,
mojándome, mugiendo, compartiendo
mi ropa y mis zapatos,
también mi sola lágrima tan salida de madre.
Miro la tarde de hora en hora,
miro de buscarle la cara
con tierna proposición de acento,
miro de perderle pavor,
pero me da la espalda puesta ya a anochecer.
Miro todo tan malo, tan acérrimo y hosco.
¡Qué fácil desalmarse,
ser con muy buenos modos de piedra,
quedar sola, gritando como un árbol,
por cada rama temporal,
muriéndome de agosto!
Fortuna
Por años, disfrutar del error
y de su enmienda,
haber podido hablar, caminar libre,
no existir mutilada,
no entrar o sí en iglesias,
leer, oír la música querida,
ser en la noche un ser como en el día.
No ser casada en un negocio,
medida en cabras,
sufrir gobierno de parientes
o legal lapidación.
No desfilar ya nunca
y no admitir palabras
que pongan en la sangre
limaduras de hierro.
Descubrir por ti misma
otro ser no previsto
en el puente de la mirada.
Ser humano y mujer, ni más ni menos.
Gotas
¿Se hieren y se funden?
Acaban de dejar de ser la lluvia.
Traviesas en recreo,
gatitos de un reino transparente,
corren libres por vidrios y barandas,
umbrales de su limbo,
se siguen, se persiguen,
quizá van, de soledad a bodas,
a fundirse y amarse.
Trasueñan otra muerte.
Por: Noticonexion/EFE