SAN JUAN, PUERTO RICO. El desespero comienza a permear el ánimo de miles de puertorriqueños y residentes en la isla, agobiados por la cotidianidad endiablada que dejó el huracán María, en la que atender necesidades urgentes, como comprar alimentos y agua, conseguir una máquina ATH para sacar efectivo o encontrar alternativas de alumbrado son tareas difíciles.
Largas noches de apagón y mosquitos y un celular inoperante que imposibilita la comunicación con familiares y amigos en un momento de mucha crisis, son parte de la pesadilla que impone el estado de emergencia en Borinquen, que promete ser largo y tortuoso.
La estampa de personas llenando galones en camiones cisterna, tanto en barrios como en urbanizaciones, es permanente. En esta crisis, varios cientos de miles de personas no tienen ningún acceso a agua potable, por lo que las autoridades de Salud esperan brotes de gastroenteritis y otras enfermedades infecciosas en la población.
El huracán forzó el cierre de tiendas, supermercados, cadenas de comida rápida, farmacias, centros de salud y oficinas. Sólo una tercera parte de estos establecimientos ha abierto sus puertas, por lo que gran parte del comercio en Puerto Rico continúa cerrado.
El apagón en la isla es de carácter permanente. Hasta el momento, ni la autoridad de energía eléctrica de Puerto Rico, ni las empresas de telecomunicaciones han logrado levantar sus servicios, siquiera medianamente. Sólo el 34 por ciento de la población tiene, en estos momentos, servicio en el celular y no hay internet domiciliario.
Menos de la mitad de los hospitales en la isla se encuentran funcionando.
El rescate continúa
Las labores de socorro no tienen descanso, a más de una semana del azote del huracán María, considerado el mayor desastre padecido por Puerto Rico desde 1928. Comunidades que siguen incomunicadas y hambre en las áreas de montaña por demoras en las ayudas dibujan el panorama de crisis en la isla, que quedó en un paisaje desértico, con kilómetros de árboles secos y estructuras asoladas en todo su territorio.
Brigadas conjuntas de la Guardia Nacional y del Ejército de los Estados Unidos llevan comida y agua a 35 municipios en labores de socorro. En una alocución desde el Centro de Operaciones de Emergencias, el gobernador Ricardo Roselló informó que ha solicitado ayuda a 16 estados de la Unión Americana para atender la emergencia en la isla.
“Hemos solicitado ayuda y asistencia, antenas para comunicaciones, equipos para rescate y también recursos humanos. Estamos trabajando las 24 horas con el Gobierno Federal para atender las prioridades del país”, enfatizó.
Señaló que las tropas estadounidenses, que ya alcanzan la cifra de ocho mil soldados en suelo boricua, están realizando labores de socorro, distribución de comida, agua y combustible, recuperación de las telecomunicaciones en la isla, acceso a zonas que continúan incomunicadas, operación de los hospitales, ingeniería y restablecimiento de la seguridad en el país, en misiones conjuntas con la Guardia Nacional y otros cuerpos castrenses de Puerto RicoLas filas para entrar a supermercados, restaurantes de comida rápida, farmacias, sucursales bancarias y estaciones de gasolina comienzan en la acera y se han constituido en el agobio diario para la gente luego del huracán.
Un alza histórica en la demanda de combustibles en la isla ha generado histeria colectiva por aprovisionarse y conseguir gasolina para los vehículos y diesel para la operación de las plantas eléctricas. Desde la madrugada, cientos de personas llegan hasta las gasolineras abiertas y se apertrechan en sus alrededores, haciendo filas kilométricas para comprar gasolina. Esto supone una fila de cinco horas.
De 1,100 estaciones gasolineras, sólo 300 funcionaban a nivel isla hasta el viernes pasado, según datos del Centro de Operaciones de Emergencias. En estos momentos, las estaciones de gasolina lucen con verjas y vigilancia policial permanente.
de personas padecen la ansiedad de quedarse varados sin combustible, en medio de un apagón, que se estima dejará a miles de personas sin luz durante varios meses.
En el escenario del estrés colectivo y con reportes de vandalismo e intentos de robos en supermercados concesionarios de vehículos y empresas de telecomunicaciones, el gobernador Ricardo Roselló dispuso en la isla un toque de queda que obliga a personas y negocios a terminar gestiones a las nueve de la noche.
Intentando calmar la ansiedad por el botín del diesel y el acceso a suministros, el gobernador aseguró que la isla no está desprovista de combustible, tampoco de alimentos. “Estamos enfrentando problemas para la distribución. En La Florida la ayuda llegaba por vehículos, pero aquí somos una isla y debe llegar por avión y barcaza, lo que es más lento, pero estamos recibiendo suministros y tenemos combustibles”, subrayó Roselló.
En este sentido, precisó que en esta semana, la isla estará recibiendo 738 mil barriles de gasolina y 200 mil de diesel.
Un nuevo Puerto Rico
El economista boricua Gustavo Vélez sostuvo que, según estimaciones iniciales, la reconstrucción de Puerto Rico implicará miles de millones de dólares, y alcanzar una estabilidad mínima podría tomar no menos de seis meses.
Expresó a Diario Libre que el impacto económico del huracán María, de acuerdo con levantamientos al momento, ronda entre los 40 mil millones y los 50 mil millones de dólares, alrededor del 50 por ciento del Producto Interno Bruto (PIB) de la isla.
“El costo social es incalculable en estos momentos. No tenemos seguridad de la ayuda económica federal, pero hablamos de que se necesitarán billones de dólares para reconstruir el país. Nos toca a nosotros, los puertorriqueños, levantarnos y hacer un nuevo plan para Puerto Rico”, enfatizó el economista.
Manifestó que la economía en la isla quedó inoperante: “Entre 400 mil y 500 mil personas no trabajan desde el día del huracán. No hay manufactura, ni telecomunicaciones. Señaló que el reto enorme de Puerto Rico es crear una infraestructura que pueda producir capital nuevamente.
Por: Tania Polanco