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La salud mental en el entorno educativo ha cobrado una relevancia crucial en los últimos años. No solo por el aumento de los casos, sino por el reconocimiento de que un estudiante emocionalmente equilibrado tiene mayores posibilidades de aprender, convivir y desarrollarse plenamente. Hoy más que nunca, las escuelas están llamadas a ser espacios seguros, de acompañamiento emocional y con protocolos claros que permitan actuar ante situaciones de riesgo.
Problemas de salud mental más frecuentes en las escuelas
El estrés académico, la ansiedad, y la depresión son los problemas de salud mental más comunes en el entorno educativo, según orientadoras y psicólogas escolares del país. Las estadísticas mundiales reflejan que uno de cada siete jóvenes de entre 10 y 19 años padece algún tipo de trastorno mental, lo que evidencia la urgencia del tema.
Cuidar de la salud mental de niños y adolescentes es fundamental, y los centros educativos, como espacios donde ellos pasan la mayor parte del día, deben estar preparados para abordar estas situaciones de forma integral. Para esto, se han implementado protocolos como el del Centro de Apoyo Psicoemocional (Capem), del Ministerio de Educación, creado durante la pandemia, que busca identificar, referir y dar seguimiento a estudiantes con necesidades emocionales.
El rol de los docentes y la detección temprana
La primera fase del protocolo Capem es la observación: identificar conductas de alerta que puedan indicar un problema emocional. En este proceso, los docentes juegan un papel esencial, ya que son quienes tienen contacto directo y diario con los alumnos. Son la primera línea de detección, al poder notar cambios como el aislamiento, la irritabilidad, la falta de motivación o dificultades de concentración.
En las escuelas Fe y Alegría, este protocolo se complementa con políticas institucionales propias que buscan crear un entorno donde el estudiante se sienta seguro, escuchado y con el acompañamiento necesario para su recuperación psicoafectiva.
Contención emocional y seguimiento profesional
Una vez detectado el problema, el siguiente paso es la contención emocional. Este proceso lo puede realizar un docente u orientador capacitado, y consiste en brindar apoyo, generar un espacio seguro y ayudar al estudiante a reconocer y regular sus emociones. Esto es clave para que el alumno no se sienta solo y sepa que puede expresar lo que está viviendo.
Posteriormente, se debe buscar ayuda profesional e informar a la familia sobre la situación. En los casos en los que los padres no sean receptivos, la institución debe activar otras vías de acompañamiento y protección, siguiendo siempre los protocolos legales establecidos. Cuando hay señales de riesgo alto, como ideas suicidas, se hace una derivación inmediata a servicios de salud mental especializados, sin dejar de dar seguimiento escolar.
El protocolo también establece un plan de seguimiento continuo, con la participación de familiares, docentes y profesionales de la salud. Esto asegura que el alumno tenga una red de apoyo coordinada que lo ayude a superar la situación de manera integral.
Apoyo institucional desde el Estado
El Instituto Nacional de Bienestar Estudiantil (Inabie) ha incorporado recientemente un servicio de salud psicológica para estudiantes del sistema público que presentan afectaciones emocionales vinculadas a condiciones de salud física diagnosticadas previamente.
Este programa incluye terapia individual para víctimas de bullying o discriminación, acompañamiento emocional, talleres psicoeducativos sobre prevención del acoso escolar, manejo emocional, y orientación a padres y tutores para fortalecer el entorno familiar.
Por: Noticonexion
