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El problema de Estados Unidos con el consumo de drogas

La magnitud del problema de las drogas en Estados Unidos

Estados Unidos es uno de los principales consumidores de estupefacientes en el mundo, y enfrentarlo requiere un enfoque dual: punitivo para el traficante y médico para el consumidor. Desde 1999, más de 1,15 millones de estadounidenses han muerto por sobredosis, una cifra que por sí sola define la gravedad del panorama. Además, un 51,2 % de la población mayor de 12 años ha consumido drogas al menos una vez en la vida, y el país invirtió 44,5 mil millones de dólares en 2024 para combatir este problema, el doble de todo el gasto público anual de Uruguay.

Para dimensionar aún más la situación, basta recordar —como comentaba recientemente un analista de salud pública— que no se trata únicamente de las imágenes virales de víctimas del fentanilo, sino de una crisis de proporciones estructurales, profundamente arraigada en la sociedad. De hecho, señala el psicólogo colombiano Miguel Bettin, aunque las muertes por sobredosis han caído un 24 %, el fentanilo sigue siendo un desafío crítico para la salud pública en Estados Unidos.

El consumo de alcohol y marihuana también refleja esta realidad: un 28,9 % de quienes beben tiene problemas para controlar su ingesta, y un 22,9 % de los mayores de 18 años fuma marihuana. Se trata, sin duda, de un problema social de gran escala que no se resolverá solo “bombardeando lanchas en el Caribe”. Reducir el consumo limita las oportunidades del narcotráfico, recuerda Bettin, y ese enfoque mixto resulta clave.

Un cambio de enfoque en la lucha antidrogas

«El problema de las drogas debe ser abordado desde la perspectiva de combatir la producción y el tráfico, pero también incorporando políticas públicas que actúen sobre el consumo», afirma Bettin. Esta visión coincide con el análisis de Jonathan Caulkins, experto en políticas de drogas y profesor del Heinz College de Carnegie Mellon, quien explica que Estados Unidos ha ampliado notablemente la disponibilidad de tratamientos y medicamentos para manejar trastornos derivados del consumo de opioides.

Una parte importante de ese cambio —dice Caulkins— es que el país ya no persigue de forma punitiva a quienes tienen adicciones; los encarcelados suelen ser distribuidores o personas involucradas en delitos ajenos al consumo. Para quienes cometen delitos no violentos y consumen drogas por primera vez, el objetivo del sistema judicial es impulsarlos a recibir tratamiento, no castigarlos.

Bettin coincide y agrega un comentario contundente que refleja un consenso creciente en el ámbito de la salud: “Penalizar al consumidor es absurdo”. Para él, la única estrategia lógica es un tratamiento médico y psicoterapéutico, acompañado de un enfoque internacional coordinado que permita combatir los capitales globales del narcotráfico.

El auge del fentanilo y nuevos desafíos sociales

El consumo de fentanilo ha aumentado drásticamente en la última década. Con precursores químicos que llegan desde China a México, esta droga entra a Estados Unidos tanto por mar como por tierra, convirtiéndose en un fenómeno visible especialmente en barrios urbanos donde el acceso es más fácil y los servicios de apoyo más numerosos.

«Es un problema nacional», afirma Caulkins. La concentración urbana no es casual: muchas personas afectadas migran hacia ciudades buscando drogas más baratas o mayores servicios de apoyo. La cocaína, por su parte, mantiene un vínculo con entornos urbanos desde las décadas de 1970 y 1980, cuando la oferta estaba centrada en grandes ciudades.

Bettin subraya un dato alarmante: el fentanilo es 50 veces más adictivo que la heroína, aunque aclara que el potencial adictivo depende también de factores personales, del contexto y de lo que algunos llaman el Zeitgeist, el “espíritu de la época”.

Caulkins complementa esta idea resaltando que la predisposición genética, unida a experiencias adversas y a una alta disponibilidad de drogas a bajo costo, aumenta el riesgo de desarrollar una adicción. Y es aquí donde se hace evidente que la lucha contra el narcotráfico no puede centrarse solo en las operaciones policiales: debe abarcar también las condiciones sociales, los servicios de salud y la educación preventiva.

En otras palabras, el combate contra las drogas no es solo una batalla contra los traficantes, sino también una lucha por atender y transformar las realidades que permiten que la adicción prospere.

Por: Noticonexion/efe/afp

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