noticonexion.com
En la casa de los Sepúlveda, en un barrio tranquilo y marginal de Santo Domingo, los pocos abanicos casi siempre descansan y la nevera apenas mantiene los alimentos del día a día. No hay lujos, ni televisores encendidos a toda hora, ni equipos de alto consumo eléctrico. Sin embargo, las facturas llegan cada mes con montos que parecen no corresponderse con la realidad de este hogar.
La paradoja de las facturas
La familia vive con lo básico, pero recibe cuentas que superan su presupuesto. En comunidades de bajos ingresos, donde el consumo eléctrico es reducido, las facturas suelen ser más altas que en zonas de mayor poder adquisitivo. Expertos coinciden en que esto se debe a un sistema de distribución ineficiente, pérdidas técnicas y fraudes que terminan encareciendo la carga para los más vulnerables.
Apagones y daños constantes
A los altos pagos se suman los apagones frecuentes, que dañan equipos como la nevera, los abanicos y hasta los pocos focos que iluminan la casa. La rutina de los Sepúlveda, como la de otros vecinos, se organiza en torno a la llegada de la luz: cocinan en horarios de energía estable, priorizan qué electrodoméstico encender y buscan adaptarse a un servicio que nunca es seguro. La resiliencia familiar se convierte en la única estrategia para enfrentar la precariedad diaria.
Un problema de largo arrastre
La situación de los Sepúlveda refleja una realidad nacional. En gran parte de la República Dominicana, el acceso a un servicio eléctrico confiable sigue siendo una deuda histórica. La falta de inversión estructural, la corrupción en contratos y la deficiente planificación estatal han generado un sistema desigual que castiga a quienes menos tienen. Mientras tanto, el discurso oficial promete soluciones, pero las comunidades siguen esperando un cambio que nunca llega.
Por: Noticonexion
